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Siempre con actitud

Seguro que alguna vez alguien os ha dicho que después de una caída, sólo cabe levantarse, o incluso, habéis sido vosotros los que habéis animado a otra persona con esta frase. Es una gran verdad, tanto, que comprenderla e interiorizarla es el primer paso para llegar al éxito: activa tu cerebro para empezar a recuperarte y volver a avanzar.

Estas palabras cobran un mayor significado en el deporte. El esfuerzo es tan extremo que a veces se exceden las propias capacidades físicas, el alma se ahoga y la fuerza escapa por cada poro del cuerpo. Ni siquiera la meta es consuelo a la desazón si sientes que las piernas dejan de responder o que los brazos están agarrotados, pero cuando el cuerpo ya no obedece órdenes no hay que olvidar que el único resquicio de fuerza está dentro de él; porque la voluntad es la fuerza motriz más potente que existe.

«El éxito empieza en la voluntad»

Que la mente esté despejada y que nos sintamos con ganas para hacer cosas es fundamental para desarrollar una actividad física. El deporte requiere esfuerzo y dedicación completa; mente y cuerpo deben estar volcados para conseguir los objetivos. Sin esas sensaciones es imposible creer en algo cuando las cosas no van bien, porque hay que tener en cuenta que, todo fin requiere un sacrificio y cada músculo que dediques a él se activa con la voluntad.

A ello hay que unir la fuerza del trabajo o, si se quiere, la fuerza de voluntad. Einstein lo explicaba muy bien: “El genio se hace con 1% de talento y un 99% de trabajo”. Ser constante es un punto más para alcanzar los objetivos.

Sin embargo, sabemos que aún con eso no siempre es suficiente. Los factores que influyen en un deportista escapan a su control porque, muchas veces, son premisas externas. Lo que quiero decir es que, en una competición interviene la dureza de la prueba o el esfuerzo que cada uno es capaz de afrontar. Se está supeditado a elementos ajenos que pueden, incluso, estar influenciados por la suerte (una lesión en mal momento, una última baja antes de la competición, un rival menos fuerte de lo que se creía porque le han afectado motivos extradeportivos…). Pero para estas situaciones también hay una respuesta: aunque competir lleva implícito el deseo de ganar, Bruce Lee decía que “con grandes aspiraciones es glorioso incluso fallar”. Permitiéndome el atrevimiento de continuar la frase, me aventuraré a decir que las metas las pone cada uno, se trabaja para superarlas y, eso, ya te hace más grande, al igual, que aprender de las derrotas y de los errores, sabiendo encontrar los problemas y buscando posibles soluciones. Todo depende de uno mismo y de su capacidad de superación.

“Motivación: fuerza que nos ayuda a moldear la conducta”

La voluntad está íntimamente relacionada con la motivación. Si lo vemos desde una perspectiva histórica, la teoría nos dice que el ser humano es un todo integrado y organizado,  es decir, no se puede motivar a un individuo por partes, porque cada una de ellas lo compone en su totalidad. A la hora de motivar, hay que trabajar con la persona, no con parte de ella. Si lo extrapolamos al deporte, un buen proceso de motivación será aquel que ayude a cuerpo y mente a hacerse fuerte.

Como en todo, hay factores que influyen. Por ejemplo, el propio deportista, el entrenador, el entrenamiento o los materiales. Si todo funciona, los cuatro elementos deben estar orientados a sacar lo máximo del trabajo y a contribuir a una mejora en la conducta.

Estos son sólo algunos pasos para afrontar el deporte con otros ojos. La ilusión, las ganas, la superación, nos hacen buscar los objetivos con más hincapié si cabe pero, todos esos sentimientos no se verían expresados sin la voluntad que nos hace levantarnos cada día para mejorar y, sin una motivación adecuada que eduque tu mente y tu cuerpo para superarte y comprender el deporte como lo que es; la vida misma, con victorias y derrotas que hay que saber enfrentar para nunca dejar de mirar a la meta.

Nadie dijo que el camino fuera fácil, es más, posiblemente te encontrarás con el obstáculo más fuerte; la derrota o la decepción. Pero hay que saber asumirlo y seguir adelante, porque “no hay otro camino para la madurez que saber sobreponerse a los golpes de la vida” (Shakespeare). Porque muchas veces el dolor es el indicativo de un error y, para superarlo habrá que asumir la experiencia y sacar provecho del golpe.


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